Los aborígenes del norte de nuestro país, los verdaderos dueños de esta tierra, están siendo exterminados en silencio. Sufren de hambre, de desnutrición, de tuberculosis y de mal de Chagas, además de vivir en condiciones sanitarias nefastas y de padecer el aislamiento de la sociedad. Muchas veces han sido víctimas de campañas políticas, obligados a votar sin saber a quién.
La crisis que viven las comunidades aborígenes argentinas es cada vez más profunda. El hambre y la desnutrición son moneda corriente. La condiciones poco sanitarias en las que viven ya no sorprenden.
Desde julio del año pasado ya han muerto 14 aborígenes (que se sepa), y la situación no parece cambiar. Un informe realizado por el Centro Nelson Mandela, una ong que trabaja en el Impenetrable chaqueño afirma que “prácticamente el 100 por ciento de las comunidades indígenas que continúan habitando el territorio chaqueño se encuentran por debajo de la línea de pobreza e indigencia. Estos pueblos presentan los peores indicadores sociales, económicos, sanitarios y educativos producto de la desidia y del abandono de los gobiernos de las últimas décadas. Son los pobres más pobres de todos lo pobres. Viven inmersos en un verdadero desastre humanitario”.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) realizó un estudio en donde remarca la escasez de médicos y la existencia de otras patologías como la desnutrición, la anemia y la hipertensión, que derivan de la falta o de la insuficiencia de comida. También asegura que la tuberculosis está “fuera de control” y que el mal de Chagas no cuenta con los medios adecuados para ser tratado.
Sólo durante julio y agosto de 2007 murieron 14 aborígenes por desnutrición. Sin embargo, el gobierno sigue haciendo oídos sordos a este problema que muchos llaman “genocidio silencioso”. Mabel Pino Fernández tenía 46 años y pesaba sólo 26 kilos cuando murió el 22 de julio pasado. Sufría tuberculosis, desnutrición, anemia y neumonía. Apolinario Fernández, de 48, falleció pocos días después. También tenía un cuadro de desnutrición grado III.
Sin embargo, Ricardo Mayol, quien en su momento era el Ministro de Salud Pública de Chaco, aseguró que las muertes de los 14 aborígenes fueron " por desnutrición en respuesta a enfermedades, no por desnutrición primaria o falta de alimentación". Más aún, afirmó que estas enfermedades no estaban vinculadas a la pobreza sino con trastornos culturales como el alcoholismo.
La situación no ha cambiado. Las muertes completamente evitables de estos aborígenes quedaron en el olvido. Y no debe sorprendernos que muchos casos de Apolinarios y Mabeles sigan sucediendo.
Laura Olmos
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