4 de abril de 2008

La mentira de los Oscar: Sin lugar para los débiles

Una historia sencilla pero retorcida, de ambición, intriga y suspenso. Un hombre encuentra dinero de dudosa procedencia y se lo queda; otro hombre debe recuperarlo, y en el medio se encuentra un Sheriff que intentará resolver el enfrentamiento. La dirección de los hermanos Coen (ganadores del premio Oscar a Mejor Director) es perfecta en cuanto a la construcción de la imagen y las tomas, sin embargo hay algo que falla, algo que decepciona y es la forma en que las historias se entrelazan y como se resuelven los conflictos.

Los directores intentaron dejar al espectador queriendo más al hacer un final abierto, una técnica que generalmente funciona. Pero cometieron un error al concluir de forma apresurada varios nudos del guión y a la misma vez no dejaron ninguna pista o indicio para que el público imagine una o varias posibles resoluciones, sino que de repente el film termina, dejando una sensación de incomodidad, fastidio, bronca, todo menos intriga.

Lo único positivo del film, y por lo que vale la pena verla es la increíble actuación de Javier Bardem, quien encarna a un psicópata inolvidable. El español le brinda una profundidad al personaje que ningún otro actor podría haberlo logrado. Es lo único que, en el film ganador del Oscar a la mejor película, deja queriendo más.

El resto de los actores hacen lo mínimo indispensable. La inclusión del personaje de Tommy Lee Jones es completamente prescindible. Si se lo quita del film, la historia es exactamente la misma.

La obra intenta ser de suspenso e intriga, pero se brinda tan poca información que no termina de enganchar al espectador, al contrario le crea una sensación de repudio. La lentitud con la que son presentados los personajes, sumado al mono cromatismo de las imágenes, logran agotar al público quien a los quince minutos perdió completo interés en el desarrollo de la historia. Exceptuando, por supuesto, los momentos en los que el asesino se asoma.
Clara Mayer

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