4 de abril de 2008

Base para pibes con pasta

El consumo de drogas ilícitas, en especial de éxtasis, anfetaminas y cocaína, aumentó en los últimos años en Argentina, que ya no sólo es un país de tránsito de estupefacientes, sino también de producción.

Los organismos de salud han informado en los últimos años que se destacó una mayor incautación de cocaína en 2006 respecto a un año atrás, superior a diez por ciento, y mencionaron, sin dar cifras, que el país presenta un leve incremento en el consumo de anfetaminas, éxtasis y cocaína. El consumo de pasta base de cocaína, conocida como "paco", fue la más relevante aparición del país en el índice mundial de consumo, al liderar el ranking de América Latina en el sector estudiantes secundarios, con una prevalencia de 4,63 por ciento en 2006, más de un punto por encima de 2005 y creció alrededor de un 50 % en 2007.

¿Pero que es el paco? Es parte de los residuos químicos que quedan luego de la elaboración de la cocaína. Para "estirarlo", se le suele agregar vidrio o virulana molidos o en algunos casos polvo de limpieza.De este modo, se obtiene la pasta base. Es altamente adictiva y sus efectos son devastadores. Los daños neurológicos que provoca son irreversibles. En pocos meses, los adictos casi no pueden hablar, pierden peso y asumen conductas compulsivas.

De alguna manera tiene que ver con los slogans del nuevo mundo: La vida protegida entre algodones y no expuesta a ninguna experiencia no es rica. Es fundamental escuchar a los chicos porque en sus nervios hay mucha mas información del futuro de la que tipos de la edad promedio de los padres de hijos adolescentes pueden tener para aconsejarlos. Es fácil de suponer que cuando se manejan miles de jóvenes, cuesta poco adjudicarles globalmente actos de delincuencia y vandalismo.

La histeria que en estos casos se describe no está justificada.¿Pero porque los jóvenes deciden autodestruirse de esta forma? Seguramente, la respuesta está en una sociedad devastada, que ha perdido sus valores. Que no apuesta a las nuevas generaciones y una mixtura de desintereses, por la falta de oportunidades que se brindan generosamente: empleo, educación y salud.Sin trabajo, los jóvenes no pueden acceder ni a lavaloración de las normas y los principios fundamentales que rige la sociedad, en consecuencia es la falta de educación la que lleva a que ante estas faltas, los jóvenes se resignen fácilmente y sean rechazados y por último pagan con su salud al acceder al consumo de la droga mas destructiva de todos los tiempos.

Los “paqueros” generalmente pertenecen a la población más desfavorecida. Pero dentro de ella son excluidos por sus pares, que los ven como gente peligrosa que les va a robar. De este modo se rompe el contrato social en esos grupos". Lo que esta sucediendo es un acto de rebeldía al que los adultos deberían prestar atención. No es posible creer en la malevolencia de esos corazones de trece quince o veinte años. Es imposible concebir que esos chicos sean malos. La gente más conservadora con respecto a su forma de vida ve en esto algún peligro. “Son delincuentes, se drogan y matan”, dicen algunos.

El tiempo dirá si esa cosmovisión tan conservadora y pacata es la que va a determinar nuestras vidas. Pero hay una extraña sospecha de que esto sea simplemente un modo de exterminio de ideas y pensamientos libres para poner fin a una horda de jóvenes de clases bajas que en el futuro puedan ser utilizados como esclavos, siempre sumisos y miserables.

Para disimular, o porque cada moneda suma, en esos establecimientos informales que llaman quioscos de la droga también suelen vender cerveza, puchos de los comunes, o alguna que otra chuchería. Pero no siempre. A veces sólo se trata de una casa como otras, sin más señales. Como una que la Policía allanó en el barrio Puerto Argentino, en San José, partido de Almirante Brown. Una casa sencilla que no se distinguía de las demás, con un dormitorio, un baño, un pequeño comedor. Y un detalle de interés, sí, bien a la vista, en una mesita pegada a la tevé. Era un bolsa de nailon repleta de unos sobrecitos insignificantes, confeccionados con páginas de guía telefónica, rellenos de una sustancia amarillenta, apenas más densa que el polvo. Al lado de la bolsa estaba la caja fuerte: un tacho de plástico, con un botín mixto de monedas y billetes chicos.

Un adicto brindó la siguiente declaración en un programa de televisión luego de su internación: Fuimos luego a un centro de recuperación de adictos en Lomas de Zamora, también al sur de la capital argentina, que atiende a más de 200 jóvenes. Allí hablamos con algunos que están intentando abandonar la adicción al paco con la ayuda de médicos, psicólogos y trabajos en una granja. Alexander Zárate, de 20 años, nos confesó que comenzó a consumir la droga a los 13 y que llegó a ver incluso a niños comprando la sustancia. "Cuando apareció el paco acá, en Argentina, lo probé y me gustó. Yo sentía placer al fumarlo y el cuerpo me pedía más y más. Llegué a inhalar hasta 120 dosis en un solo día".

Los productores de drogas ilícitas utilizan a los jóvenes y no responden a los intereses de sus víctimas; quieren que todos sean cabezas huecas, ese es el objetivo. Sin embargo, según una investigación del Diario Clarín, la droga está perforando el Conurbano. Dicen que familias pobres se convierten en pequeños traficantes. Y que muchos de estos vendedores minoristas son “trafiadictos”: venden para poder consumir. Hoy, la droga más temida es la pasta base, también llamada paco. Se vende a un peso la dosis. Además es el vacío y la entrega que tienen los sacrificados. Pueden ver a un padre de familia trabajando y para ellos es un “gil laburante” mientras fuman paco y logran obtener una conciencia repugnante. Pero la violencia es parte del ser humano, porque violento es el mundo, violenta es la vida. Muchos creen en el fin del mundo como el fin de la vida, y no es así, es realmente el fin de esta manera de observar la existencia.

Natalio Marzorati

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