
El séptimo piso empieza a ser invadido por los gritos de una mujer golpeada. Desesperada brama para que su novio, casi un metro más alto que ella, deje de lastimarla.
-Andate, andate!- le ordena él, dueño junto con su madre del departamento.
-No tengo a dónde ir- responde la joven, como pidiéndole piedad a su verdugo.
En el mundo, según la Organización de Naciones Unidas (ONU), del 70 por ciento de las mujeres que son asesinadas, sus victimarios son sus propias parejas. Al menos una de cada tres mujeres ha sido golpeada, violada o sometida a algún tipo de abuso a lo largo de su vida, según afirma Amnistía Internacional en base a una encuesta realiza en 50 países en 2005. El Consejo Europeo de la Mujer informa que la violencia familiar o conyugal es la principal causa de muerte y discapacidad en Europa, entre las mujeres de 16 a 44 años. Sí, supera, en ese continente, al propio cáncer.
En cuanto al “Tercer Mundo”, los problemas educacionales y la falta de políticas públicas que encaren la cruda problemática hacen aún más grave el panorama. En el llamado subdesarrollo la ONU estima que tres de cada cinco mujeres fueron víctimas de algún tipo de abuso de género.
En la Argentina la violencia masculina mata a una mujer cada dos días. En lo que va del año, al menos, 33 mujeres y niñas fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas. Y por lo menos 15 niñas fueron hospitalizadas tras sufrir intentos de homicidio en el mismo contexto. Varios de estos episodios son mencionados en los diarios como crímenes pasionales, curiosa manera de llamar al feminicidio, cómo si hubiera amor en asesinar a una novia o esposa.
Argentina es uno de los seis países en el mundo en donde las mujeres corren más riesgos en sus propias casas que en los lugares públicos. Y aunque para poner el tema sobre la mesa los datos alcancen, son sólo estimaciones dado que no hay organismo alguno que se dedique a estudiar esta realidad.
Los gritos de aquella mujer hacen que dos vecinos salgan en su auxilio. Al ver testigos el hombre deja de golpearla. Una de las vecinas le ofrece amparo a la joven mujer, que al contrario de aceptar, ingresa a la casa de su novio y otra vez se escuchan golpes. Los vecinos llaman a la policía que llega a la media hora, a pesar de encontrarse a dos cuadras. Ya en el departamento, los oficiales conversan con el golpeador como lo haría un amigo:
-Es que ella no se va- le asegura el golpeador a los uniformados.
-Vinimos porque los vecinos se quejan de los ruidos. Sabemos que estas situaciones son difíciles de manejar pero si se mantienen puertas para adentro… - responde el salvaguarda del orden.
-Vinimos porque los vecinos se quejan de los ruidos. Sabemos que estas situaciones son difíciles de manejar pero si se mantienen puertas para adentro… - responde el salvaguarda del orden.
Los integrantes de la comisaría 11 de esta capital se fueron sin realizar denuncia alguna, argumentándoles a los vecinos que la mujer no quería iniciar una causa penal y que por ende sus manos estaban atadas. Discurso que según el Código Penal es absolutamente falso, dado que un funcionario público está obligado a realizar una denuncia por su propia cuenta en cuanto detecta un delito.
Ya de madrugada los más jóvenes retornaban al hogar en el edificio de la calle Acoyte. Seguramente ése había sido otro sábado más. En el séptimo piso ya no se escuchaban gritos ni golpes, pero sí el llanto, casi imperceptible, de Eliana; que lloraba sola en la escalera.
Fernando Zamora
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